
JOSÉ JAVIER NAVARRETE
En una entrevista, oí decir a Manuel Vilas que Ordesa es una carta de amor sin recibir. No se puede esperar otro resultado cuando los destinatarios están muertos. La novela está cuajada de pasajes de desasosiego, culpa y arrepentimiento por lo que no dijo a sus padres antes de que muriesen. Deja al descubierto la inconsciencia que demostramos ante algo inevitable como la muerte, esa incapacidad manifiesta de aprovechar las ocasiones que tenemos para expresar nuestros sentimientos a aquellos que más queremos antes de que sea demasiado tarde. Somos víctimas de la procrastinación de la expresión de las emociones.
La novela cuenta la vida de sus padres y en paralelo la suya, pero también es una visión del último medio siglo de la historia de nuestro país. Para narrarla el autor utiliza un estilo fragmentario, como si plasmase en cada momento el recuerdo que se le viene a la cabeza. Como son recuerdos, la novela tiene algo de autobiográfico, pero no deja de ser una novela, lo que Vilas llama la literatura de la verdad, o al menos de la verdad que contienen los recuerdos maltratados por el paso del tiempo. No debe ser tomada como unas memorias o una autobiografía, los hechos tienen menos importancia que las emociones que despiertan en el Manuel actual.
La obra aborda uno de los grandes temas de la literatura: la paternidad. Lo hace como un péndulo que oscila entre el Manuel hijo y el Manuel padre. Se define como un hijo incompetente, sin la voluntad de hacerlo mal, pero con la seguridad de que sus hijos le pagarán con la misma moneda. Ya se lo decía su madre: «Ojalá tus hijos te hagan el mismo caso que tú me haces». Su experiencia como padre le hace poner en valor todos los esfuerzos que sus progenitores hicieron y él no supo ver, y mucho menos agradecer.
Casi todo es de color amarillo, como la portada. Es el color que Vilas asocia a todo lo negativo y también al pasado. El color de su divorcio y el de su alcoholismo. Pero no todo es amarillo, no todo es tristeza y dolor, también hay alegría y un cierto trasfondo esperanzador. Es como la canción de Violeta Parra con la que empieza el libro:
Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes, que es el mismo canto,
y el canto de todos, que es mi propio canto.
Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes, que es el mismo canto,
y el canto de todos, que es mi propio canto.
No diré que es la novela del año 2018, como muchos han venido diciendo, pero tampoco la gran decepción como ha sido clasificada por otros. Las grandes expectativas es lo que tienen, tienden a dejar descontentos a muchos y a polarizar la opinión. No puedo decir que haya cubierto todas mis expectativas, pero tampoco que las haya decepcionado al completo. Aunque no se me olvida que es una novela, como Vilas reconoce, pongo en valor la sinceridad que he encontrado en estas páginas, la valentía que muestra su autor al afrontar los propios errores y mostrarlos al lector. Solo por esto, merece la pena leerla.
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Fuentes de imágenes
Fotografía de cabecera:
Autor: Lisa Redfern
Alojamiento: Pixabay
Ilustración de cubierta:
Autor: Karl Blossefeldt/Alamy
Fotografía de fondo:
Autor: Thanks. All my pics are free!
Alojamiento: Pixabay
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